La filosofía y la libertad
El Comercio 20-10-04
Fernando Berckemeyer Olaechea
Analista
La filosofía, que fuera la primera y más importante de las ciencias, sufre en nuestros pragmáticos y veloces tiempos, del desprecio de muchos.
Del desprecio, particularmente, del paradigma del éxito en la época: el hombre práctico, un técnico eficiente que sabe construir un puente, estructurar un préstamo o extirpar un riñón impecablemente , pero que generalmente no tiene la menor idea -ni está interesado en tenerla- de cómo encajar esa parcelita de mundo a la que se ha dedicado -o a él mismo, para tal caso- en el cosmos en el que ambos están ineludiblemente metidos. Gentes que cuando se topan con la filosofía reaccionan casi invariablemente preguntando sarcásticamente: ¿Y eso para qué sirve?
Para no hacer preguntas como esa, le oí contestar alguna vez a Federico Camino. Y es verdad. La filosofía ensancha las fronteras mentales; enseña, con su incesante cuestionar, a buscar fundamentos, a no ser como esos hombres que no indagan respecto a nada pero que están seguros de todo. Enseña, en corto, a no ser necio.
Inapreciable como esta contribución es, la filosofía tiene muchos otros más importantes frutos. De hecho, curiosamente, si lo "práctico" es lo que da resultados que sirven, la filosofía es la más práctica de las ciencias. Basta nombrar uno solo de sus productos para probarlo: la libertad. Me explico.
"El hombre es él y sus circunstancias", resumió, genialmente, Ortega y Gasset. Pues bien, el hombre que no filosofa es solo sus circunstancias. Al no saber por qué son y, en esa medida, qué son, él y las cosas, ese hombre no puede valorarlas ni, por tanto, escoger entre ellas. Es un hombre sin opciones que no tiene más norte que el que le da el cauce que forman las circunstancias desde las internas, como sus instintos o capacidades, hasta las externas, como su situación económica o social en que nació. Fluir por este cauce es su inexorable destino.
El hombre que filosofía, en cambio, es más él que sus circunstancias. Ese hombre que se ha planteado las grandes preguntas -¿qué soy?, ¿por qué soy?, ¿para qué soy?- y que ha tenido así el valor de salir de la caverna (de la comodidad de aceptar todo como nos viene planteado), a la " intemperie" de la duda, como lo exigía Nietzsche, tiene opciones: las cosas significan para él tal o cual cosa a partir de la comprensión que se ha dado del todo y puede, por eso, elegir verdaderamente entre ellas.
Este es un hombre con horizonte, que posee sentidos que lo motivan a empujar sus "circunstancias" en esta o esa dirección. Un hombre que sabe por qué hace lo que hace. Un hombre que piensa, como Sócrates, que "la vida que no se examina no vale la pena de ser vivida". Porque sabe que no es de seres humanos pasar nuestras cortas vidas como el agua pasa por la acequia: totalmente determinada y sin darse cuenta. Un hombre que, en fin, goza cada día del maravilloso don que es esa otra vida: la vida con filosofía, la vida consciente, la vida libre, la vida, en una palabra, humana.
Fernando Berckemeyer Olaechea
Analista
La filosofía, que fuera la primera y más importante de las ciencias, sufre en nuestros pragmáticos y veloces tiempos, del desprecio de muchos.
Del desprecio, particularmente, del paradigma del éxito en la época: el hombre práctico, un técnico eficiente que sabe construir un puente, estructurar un préstamo o extirpar un riñón impecablemente , pero que generalmente no tiene la menor idea -ni está interesado en tenerla- de cómo encajar esa parcelita de mundo a la que se ha dedicado -o a él mismo, para tal caso- en el cosmos en el que ambos están ineludiblemente metidos. Gentes que cuando se topan con la filosofía reaccionan casi invariablemente preguntando sarcásticamente: ¿Y eso para qué sirve?
Para no hacer preguntas como esa, le oí contestar alguna vez a Federico Camino. Y es verdad. La filosofía ensancha las fronteras mentales; enseña, con su incesante cuestionar, a buscar fundamentos, a no ser como esos hombres que no indagan respecto a nada pero que están seguros de todo. Enseña, en corto, a no ser necio.
Inapreciable como esta contribución es, la filosofía tiene muchos otros más importantes frutos. De hecho, curiosamente, si lo "práctico" es lo que da resultados que sirven, la filosofía es la más práctica de las ciencias. Basta nombrar uno solo de sus productos para probarlo: la libertad. Me explico.
"El hombre es él y sus circunstancias", resumió, genialmente, Ortega y Gasset. Pues bien, el hombre que no filosofa es solo sus circunstancias. Al no saber por qué son y, en esa medida, qué son, él y las cosas, ese hombre no puede valorarlas ni, por tanto, escoger entre ellas. Es un hombre sin opciones que no tiene más norte que el que le da el cauce que forman las circunstancias desde las internas, como sus instintos o capacidades, hasta las externas, como su situación económica o social en que nació. Fluir por este cauce es su inexorable destino.
El hombre que filosofía, en cambio, es más él que sus circunstancias. Ese hombre que se ha planteado las grandes preguntas -¿qué soy?, ¿por qué soy?, ¿para qué soy?- y que ha tenido así el valor de salir de la caverna (de la comodidad de aceptar todo como nos viene planteado), a la " intemperie" de la duda, como lo exigía Nietzsche, tiene opciones: las cosas significan para él tal o cual cosa a partir de la comprensión que se ha dado del todo y puede, por eso, elegir verdaderamente entre ellas.
Este es un hombre con horizonte, que posee sentidos que lo motivan a empujar sus "circunstancias" en esta o esa dirección. Un hombre que sabe por qué hace lo que hace. Un hombre que piensa, como Sócrates, que "la vida que no se examina no vale la pena de ser vivida". Porque sabe que no es de seres humanos pasar nuestras cortas vidas como el agua pasa por la acequia: totalmente determinada y sin darse cuenta. Un hombre que, en fin, goza cada día del maravilloso don que es esa otra vida: la vida con filosofía, la vida consciente, la vida libre, la vida, en una palabra, humana.
17 comentarios
BERNARDINO GAONA HUAMANIBER -
Areli Nuñez Pfoccoalata -
Jorge Daniel Morales Lipa -
1.- De acuerdo a la educación que cada uno de nosotros hemos recibido, una educación tradicional en la cual sólo era necesario memorizar y no dudar de la autenticidad de los conocimientos que se nos daban, lo cual hizo que nosotros no desarrolláramos esa capacidad investigativa para buscar siempre la verdad, para no conformarnos con lo que se nos daba sino que ir mas allá hasta lograr un conocimiento total.
2.- De otro lado en el mundo en el que hoy vivimos, un mundo que avanza a pasos agigantados y no espera, ya a nadie le interesa saber el porque de las cosas, simplemente se conforma con hacerlas, es decir tener una rutina diaria, estar robotizados, lo cual no debería ser pues como seres racionales deberíamos usar esa razón para analizar todos los pro y contra de nuestros actos.
KARINA MAYTA AGUILAR -
Victor Oscar Mamani Quiroz -
karina condori mejia -
christian mamani caira -
Alejandra Rivera Arce -
shirley machicao nuñez -
Romel Magdiel Pumalla Alviz -
Es por eso que cada uno debe despertar su espiritu filosofico , preguntarse sobre el porque de las cosas y solo asi podremos desarrollarnos como personas y ,en conjunto, como nacion.
Johanna cuela -
SI NO ME EQUIVOCO CREO QUE POCOS NOS HEMOS PREGUNTADO PORQUE ESTUDIAMOS DERECHO, Y SI LO HEMOS HECHO, NOS PREGUNTAMOS PORQUE SOMOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS, PARA QUE ESTAMOS EN ESTE MUNDO, CUAL ES EL FIN DE NUESTRAS VIDAS.....
rocio baldarrago valdivia -
Vivimos en un mundo en el que ya casi nadie se detiene a buscar las respuestas, es más ni siquiera se detienen a hacer las preguntas, acerca de el por qué de nuestra existencia, el por qué de la existencia del mundo, es decir en este mundo ya no queda espacio más que para la fría practicidad en nuestro diario trajinar.Pero conviene que , como seres humanos que somos, no nos dejemos maquinizar por el vertiginoso avance de la tecnología, sino que por el contrario no dejemos morir nuestra esencia como seres humanos rescatando lo que nos diferencia de los animales, nuestra razón. Gracias.
Fiorella Nancy Bolivar -
Johanna Cuela -
ADELA PEREA MOLLO -
ROSA ELENA CONCDORI APAZA -
José Ramos Villanueva -